Habermas: filosofía y democracia
Manuel Moreno
Aquel que ha enseñado por muchos años filosofía comienza más que a leer,
a releer los textos que más le han interesado, no obstante la tendencia
hacia las novedades filosóficas es algo, siempre criticable, pero que
no se puede negar.

En estos días cayó en mis manos una serie de conferencias de Jürgen Habermas dictadas en la Paris IV-Sorbonne.
Es sabido que junto con Kart-Otto Apel son los últimos representantes de
la Escuela neomarxista de Frankfurt y que sus tesis estuvieron
dirigidas a superar el paradigma de la conciencia inaugurado por
Descartes y continuado por Kant, para hacer depender la racionalidad no
ya directamente del sujeto sino de la intersubjetividad para encaminar
el pensamiento a un descentramiento del yo.
La denominada ética del discurso es la teoría filosófica que proponen.
¿Qué quiere decir esto? Que a través del debate, de la discusión –
Diskurs en
alemán no tiene el mismo significado que discurso en castellano- entre
iguales y apoyados en una moderada racionalidad llegaremos a una
universalidad plausible. “
El discurso supone dos condiciones: 1) que
todo participante individual sea libre, es decir que pueda decir sí o
no. 2) que actúe a través de un acuerdo razonado, buscando soluciones
racionalmente aceptables. La primera condición expresa la libertad
comunicativa y la segunda, consiste, principalmente, en una orientación
hacia el consenso”.
Las pautas o normas morales no surgen como en Kant de una conciencia
autónoma sino de la acción comunicativa que produce el debate
comunitario.
La propuesta de Habermas es una propuesta Ilustrada pero
aggiornada por
sus referencias frecuentes a la socialdemocracia y a los derechos
humanos. Él sostiene expresamente que el ideal moderno de la Ilustración
es emancipador cuyo problema es que aún no se han cumplido todas sus
promesas de libertad e igualdad. En una palabra, es un proyecto aún no
acabado y al que hay que completar. Y esa ha sido, específicamente, su
tarea.
Nosotros, por el contrario, creemos que vamos de mal en peor por
doscientos años de pertinaz proyecto ilustrado de democracia liberal y
progresismo socialdemócrata. Y la solución es superar el proyecto
moderno, no con más modernidad como pretende Habermas, sino con un
proyecto alternativo y no conformista al orden de cosas tal como están.
Al
proyecto moderno de consumo oponemos austeridad; al de progresivo
crecimiento, decrecimiento; al de universalismo mundial, el de
pluriverso; al de desarrollo por acumulación de riquezas, al del
desarrollo a partir de la pobreza, al del consenso, siempre de los
lobbies y los poderos, el disenso del rebelde, y así en todos los
ámbitos de hacer, del obrar y del pensar.

Termina el trabajo afirmando: “
La filosofía y la democracia no solo
comparten los mismos orígenes históricos, sino que, en cierto sentido,
dependen una de otra” Y así cae Habermas en aquello que critica: en
una arbitrariedad irracional e irreflexiva, pues nadie en su sano
juicio puede hacer depender la filosofía de la democracia, que es una de
las tantas formas de gobierno. Además, los filósofos griegos no fueron
para nada demócratas. No lo fue Sócrates, ni Platón ni Aristóteles, ni
Heráclito, ni Epicuro, ni ninguno de los más significativos.
Una vez más vemos como un renombrado y publicitado filósofo- hay que
desconfiar de los filósofos que aparecen asiduamente en los medios- se
equivoca cuando desciende a la realidad concreta.
Habermas, Jürgen:
La ética del discurso y la cuestión de la verdad.
Solo para limitarnos al ámbito estrecho de los partidos políticos y los
trabajos en lengua castellana, cabe recordar el esfuerzo extraordinario
de un García Trevijano dirigido a mostrar el paso indebido de los
partidos a la órbita del Estado cuando su campo es el de la sociedad
civil, el de Negro Pavón rescatando la idea de Estado-nación como el
aporte más valedero de la modernidad, el de Fernández de la Mora y su
observación sobre los partidos reducidos a oligarquías partidarias.